Vicente Cornelles
Cuando llegó El Corte Inglés a Castellón se nos prometió que Crémor, el barrio donde se instalaba el megacentro comercial se convertiría en un nuevo centro urbano con una flamante colección de tiendas y comercios que abrirían sus puertas al albur de El Corte Inglés, y el desvío de las vías del ferrocarril, y revalorizando el barrio dotándolo de los más necesarios recursos sociales y ciudadanos. Años después, Crémor sigue igual o peor.
Continúa la degradación urbana e, incluso, han cerrado tiendas -como en el resto de la ciudad-, y los vecinos son testigos mudos de un declive de la calidad de vida ciudadana. Calles sucias, basura, solares llenos de inmundicia (uno de ellos delante de El Corte Inglés en Paseo Morella sin saber el porqué de su existencia (me imagino por la especulación), caos de tráfico, y falta de ordenamiento urbano. Hay hasta una comisaría de la Policía Local que siempre está cerrada.
Y qué decir de la plaza Víctor Falomir donde está la estación y su entorno, puerta de acceso a Castellón desde el tren. Decir que es fea es ser generoso. Con un diseño urbano horroroso, no habla muy bien de las excelencias de Castellón cuando llega un viajero. Los vecinos de Crémor se merecen más. Como el proyecto inacabado que se quedó en simple promesa electoral de los poderes públicos. Unos vecinos que tendrían que exigir aquello que se les prometió.